domingo, 13 de julio de 2014

Quimera






Prologo


Todos los días de mi vida eran exactamente iguales, no había nada interesante en la enorme y estresante gran manzana, o al menos nada de eso me sucedía a mí.
Lo único fuera de lo común era cuando el detective Gordon pasaba por mi casa para pedirme ayuda con alguno de sus sospechosos.
Yo tengo un don, uno muy particular. Soy capaz de detectar si alguien miente o no con una fiabilidad del cien por cien.
Mi padre un mecánico algo paranoico siempre había mantenido en secreto mis extrañas habilidades, tales como mi fuerza, agilidad y mis increíbles y agudos sentidos.
Si el señor Blow se enterase de que ayudo a la policía utilizando mi don seguramente se moriría de un infarto y nos haría mudarnos a otro sitio.
Me había costado más de un año convencerlo para que me dejara independizarme. Realmente solo vivo a tres calles de distancia de nuestro viejo apartamento, pero él sigue insistiendo en que le llame todos los días al llegar a casa.
Es un hombre muy sobre-protector, soy su única hija y mi madre murió al darme a luz, desde entonces solo hemos estado él y yo.
Bueno, realmente solos no hemos estado, Blake Peterson y su madre Mary también nos habían acompañado a lo largo de nuestra vida.
Blake era mi mejor amigo, había sido también mi primer amor un tanto tardío pues fue a los veintiuno, pero al fin y al cabo mi primer amor, gracias a dios ya olvidado. La madre de Blake era como una tía para mi, los dos vivían en el apartamento de al lado y por eso Blake y yo crecimos siempre juntos.
Blake era un matón desde pequeño, era cinco años mayor que yo y siempre me defendía en la escuela y el instituto, era algo así como mi guardaespaldas.
Al mudarme sola a un pequeño estudio todos sintieron que la unidad se rompía, pero necesitaba respirar, necesitaba vivir sola por mis medios.
Mi pequeñísimo estudio de poco más de cuarenta metros cuadrados estaba justo encima de la comisaria, algo que mantenía tranquilo a mi padre ¿Quien demonios tendría narices de robar en el edificio de la comisaria? Los cacos no eran tontos, había miles de sitios donde cometer sus fechorías, de hecho yo visitaba muy a menudo los suburbios donde éstas se cometían, soy fotógrafa urbana y hago fotos a todos y cada uno de los rincones de Nueva York.

Esa mañana lucia tranquila, pero algo en el aire me avisaba de que ese día sucedería algo que me cambiaría la vida para siempre.

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